Salimos con la ilusión cargada en la autocaravana, sin prisas y con el mapa abierto a la improvisación. El destino: los Arribes del Duero, esa frontera natural entre España y Portugal que guarda uno de los paisajes más sorprendentes de la península. No sabíamos exactamente qué nos esperaba, pero eso era parte del encanto.

Los primeros kilómetros fueron un recordatorio de lo que significa viajar sobre ruedas: el sonido del motor acompasado con el paisaje, la libertad de detenerse donde el corazón lo pida, el placer de que el horizonte cambie con cada curva. Poco a poco, la llanura dio paso a un terreno más abrupto, y el Duero comenzó a insinuarse entre los montes, profundo y silencioso.

Dormir junto al río, despertar con la luz filtrándose entre los riscos, escuchar el vuelo lejano de los buitres… cada día traía una nueva postal. En los pequeños pueblos, el tiempo parecía haberse detenido. Las calles de piedra, los saludos pausados, los olores a leña y a tierra mojada nos recordaban que aún existen lugares donde la vida se mide de otra forma.

Recorrer los Arribes en autocaravana fue sentir la naturaleza en su estado más puro, pero también reencontrarse con uno mismo. Sin horarios, sin ruido, solo el rumor del viento y el agua marcando el compás. Cada parada fue una historia; cada mirada, una fotografía en la memoria.

Esta web recoge ese viaje, esas sensaciones y momentos que el objetivo logró atrapar, aunque ninguna imagen pueda reflejar del todo la magia de estar allí. Ojalá, al pasar sus páginas, puedas viajar con nosotros y sentir un poco del asombro y la paz que nos regalaron los Arribes del Duero.